jueves, 3 de enero de 2008


Naturaleza mutante



EN LA MUESTRA CONVIVIENTES, LA ARTISTA PLÁSTICA AGUSTINA MIHURA SOMETE LOS PAISAJES Y ELEMENTOS NATURALES A UNA MIRADA TRANSFORMADORA Y LOS SINTETIZA A TRAVÉS DE LA FOTOGRAFÍA, LA INSTALACIÓN Y LA PINTURA.

Olafur Eliasson o Peter Rostovsky son algunos de los artistas contemporáneos que más han citado en sus obras los motivos de Friedrich o Turner, representantes del romanticismo del siglo XIX: en ellos, la experiencia del hombre ante la naturaleza aparece como problema. Sin embargo, el objeto que estas obras contemporáneas nos presentan no parece ser lo sublime kantiano –cierta manera de contemplar la naturaleza– sino más bien la pregunta en torno a las formas de esta experiencia en la actualidad. Algo vinculado con este planteo parece recorrer los trabajos de Agustina Mihura.

Sin duda nuestro vínculo con la naturaleza y las formas de nuestra experiencia han variado mucho desde los tiempos de la Ilustración. De ahí que Olafur Eliasson esté tentado en mostrar el mecanismo que producen sus paisajes artificiales o que los sujetos de la razón de Friedrich sean reemplazados por banales turistas en la obra de Peter Rostovsky. Quizás sea esto también lo que le permite al filósofo Giorgio Agamben afirmar: “La aplastante mayoría de los hombres se niega a adquirir una experiencia: prefiere que la experiencia sea capturada por una máquina de fotos”. No es que la experiencia haya desaparecido, sino que sus formas parecen estar mutando. Este podría ser el punto de partida de Mihura: en la serie de fotos Bruma, una masa de niebla invade la ciudad; sin embargo, su reiteración en distintos cuadros y colores genera un ritmo, un módulo que contraría la inconmensurabilidad de ese paisaje.

A través de diversos soportes como la fotografía, la instalación y la pintura, la artista presenta un motivo recurrente: la naturaleza sintetizada, sometida a ritmos y patrones. La naturaleza y su abstracción definen un juego en el que un paisaje de pinos nevados se transforma en unos pocos planos de color o donde flores y hojas devienen en un armónico empapelado. En Schizophyllaceae para colocar en rincones, Agustina observa un hongo, abstrae su complicada forma, crea su propia versión para invadir el mundo con su bella forma. Hay algo de ternura y nostalgia en esta voluntad de restitución.



Estas obras presentan un antagonismo entre un movimiento vital, lo orgánico, y la abstracción o la voluntad de orden que contiene su representación. Antagonismo que se reitera entre el procedimiento utilizado para la realización de una obra y su forma final, entre lo arduo y lo simple.

Y es que los procedimientos que la artista utiliza al producir su obra requieren, en algunos casos, horas y horas de minuciosa labor, y ese desgaste queda invisibilizado en la simpleza de la forma final y en la vida efímera de algunas de sus obras. Como en Los trabajos forzados, de Liliana Porter, la empresa en sí misma es desbordante. Sobre esta apreciación se funda el título de dos de sus trabajos: Verde exhaustivo y Nunca pude contar las estrellas.

El trabajo es arduo pero, aun así, la artista persevera: es necesario insistir. Lo sublime que Kant definió, decíamos, como cierta forma de contemplación de la naturaleza, aparece como intuición en el tamaño de la empresa que se teje en dibujos minuciosos y demasiado extensos en relación a la cantidad de pequeñitos trazos que los componen. Como paradoja, en su obra la representación del natural es subsumida a módulos, patrones donde el movimiento de lo orgánico aparece regulado.

Convivientes es el título de su próxima muestra. Según la artista, los trabajos que allí se reunirán “surgieron a partir de un interés por la tensión generada entre la naturaleza y el hombre en los entornos urbanos; el modo en el que el hombre desea ordenar y controlar su crecimiento y la forma en que la misma se adapta para continuar reproduciéndose; y cómo a partir de este diálogo se va construyendo una nueva definición de naturaleza”.

Una vez más, lo que pareciera ponerse en escena es la tensión entre un movimiento vital y su modulación. A través de la fusión de lo natural y la cultura, de la naturaleza y el lenguaje, la artista reflexiona y crea nuevas formas de mirar y experimentar nuestro hábitat.

Guillermina Fressoli
(Para la Revista Llegás Marzo 2010)